jueves, 14 de marzo de 2013

Juan Pablo, Benedicto y Francisco


                Para muchos de nosotros, al menos para todos los que tenemos menos de 33 años, el cónclave de hoy fue el segundo que nos toca vivir. Pero, ¿qué es un cónclave?, algunos la definen como una reunión de cardenales para elegir al papa, pero ¿quién es el papa?

                La primera vez que supe de la existencia del papa fue cuando tenía alrededor de 8 y 9 años con una serie de historietas sobre santos y algunos hombres importantes. Me llamó la atención que sobrevivió a la segunda guerra mundial y que como papa tenía una vida muy activa, había visitado México, lo habían tratado de asesinar... ¡era una historia increíble! Sin embargo, lo que más me sorprendió fue el hecho de que, a diferencia de la mayoría de los protagonistas de dichas historietas, no mencionaban su muerte.

                Le pregunté a mi mamá si lo conocía y que si era una historia real, poco tiempo después volvió a visitar México y esta vez fui algo más consciente de que existía el papa.

                 Creo que los recuerdos más nítidos que tengo sobre Juan Pablo II son aquellos del final de su pontificado, tenía ya 14 años y era algo  más consciente del papel de la Iglesia en el mundo y sobre todo en mi vida. Me impresionó mucho, y creo que no fui el único, la manera en que afrontó su enfermedad y el testimonio que dio aceptando el sufrimiento. Hoy en día muchos creen que los cristianos buscamos el dolor cuando lo único que hacemos es aceptarlo y no querer huir de él. Sin duda la frase que más recuerdo de Juan Pablo II es que “si Cristo no se bajó de la cruz, el papa tampoco lo hará” porque es un hecho que el papado es una cruz que para cargarla la ayuda de Dios es imprescindible.

                El papa que todos pensaban que su importancia radicaba en su corta edad al ser elegido, en su vigor y su fuerza en el cuerpo, nos enseñó que el cuerpo es frágil y muere pero el alma es inmortal y debe permanecer siempre unida al Señor para encontrar la fortaleza.

                La última semana del papado de Juan Pablo II (uno de los papados más largos de la historia) transcurrió en silencio, con tristeza y con mucha oración. Finalmente llegó el cónclave con el anuncio de Habemus papam y Bendicto XVI se asomaba al balcón para describirse como “simple y humilde”

                Inmediatamente los periodistas y algunas personas opinaban que sería un papado de transición y que desgraciadamente no tenía el carisma de Juan Pablo II y que poco podría hacer con una falta de vigor evidente. ¡Qué equivocados estaban…!

                Mucho se ha criticado a Benedicto XVI de no haber sido capaz de afrontar el tema de la pedofilia y los abusos por parte de algunos sacerdotes, de no haber sido capaz de unir a los cristianos, de no haber tenido un adecuado diálogo interreligioso o de haber sido extremadamente conservador.

                Benedicto XVI inició su pontificado tratando el tema de la pedofilia y los abusos, viajó a Estados Unidos y en sus mensajes se nota un sentimiento de profundo dolor y tristeza pero mucha firmeza al denunciar estos abusos, muchas de las víctimas se han conmovido y algunas han compartido su agradecimiento al papa por sus mensajes y por haberse puesto en sus zapatos.

Evidentemente es algo difícil para cualquier persona tratar de estos temas cuando has sufrido dichos abusos y nadie podría negar que fueran actos deplorables e incluso que son mal vistos a los ojos de Dios. Pero no es posible deducir de eso que el celibato es algo negativo o que no tienen validez las enseñanzas de la iglesia, sería lo mismo deducir que no debería de haber restaurantes porque hay algunos en los que comes y terminas con una infección en el estómago.

Además hay que entender algunas cuestiones, no es lo mismo encubrir que castigar a su manera. Para un sacerdote el hecho de que le prohíban celebrar misa o confesar, o que le prohíban tener una vida pública es uno de los castigos más severos que le pueden imponer a un sacerdote.

Sobre la división de los cristianos, en tan solo 8 años se escucharon al menos dos eventos importantes en pro de la unidad de los cristianos en relación con algunos luteranos y con los Lefebristas. Del diálogo interreligioso, los viajes de Benedicto XVI a Israel y a Turquía, entre otros, además de los mensajes de agradecimiento recibidos en diversas ocasiones por parte de miembros de otras religiones, demuestran el compromiso que tuvo el papa con extender los lazos de amistad con otras religiones.

En cuanto al insistir en acusar al papa, y a la iglesia, de ser conservadores y de no abrirse a tiempos modernos me parece algo repetitivo que llega a ser incluso tedioso. Si, la iglesia es conservadora, ha conservado durante 2000 años su esencia y su misión a pesar de las adversidades, ha mantenido su curso a pesar de las tormentas. Si la defensa de la vida y la visión de la iglesia sobre la sexualidad del hombre se desprenden del Evangelio no veo por qué habría de cambiar. No creo que nadie en su sano juicio creería en una religión que le tratara de enseñar a su maestro la verdad que, por comodidad, han considerado la mejor para el momento presente.

La supuesta falta de carisma me parece poco creíble al ver la reacción de los jóvenes en las últimas jornadas mundiales de la juventud y sobre todo al ver la gratitud con la que se despidió a Benedicto XVI.

Si hubiera que resumir el papado de Benedicto XVI con tres palabras serían si duda: fe, esperanza y caridad. Dos encíclicas sobre la caridad, una sobre la esperanza y el inicio de un año de la fe que viendo detenidamente ha empezado a dar sus frutos. Y una vez más nos demostró su sencillez y humildad al reconocer que su deber era renunciar al papado.

No se bajó de la cruz, simplemente cedió el timón a otra persona pero permanece en la misma embarcación. El papa que todos pensaban que su importancia radicaba en su intelecto, nos recordó que la razón nos sirve para encontrar a Dios, pero para alcanzarlo necesitamos la oración y la meditación.

La última semana del papado de Benedicto XVI transcurrió en aplausos, agradecimiento y mucha oración. Y finalmente llegó el cónclave del que muchos aseguraban que sería largo,  que elegirían a un papa joven,  y de los muchos nombre que se ni figuraba el cardenal Bergoglio que fue electo al segundo día y que es sólo dos años más joven que Benedicto XVI al empezar su pontificado. Quizá esto es una prueba más de que quien elige no son los cardenales sino el espíritu santo.

Así que aquí estamos, viendo a un papa que ya era querido antes de ser elegido y que ahora con seguridad será amado. Un papa que nos ha demostrado ser también sencillo y humilde, no solo al elegir por nombre Francisco (¿quizá en honor al humilde y extraordinario santo de Asís?) sino también al pedir la bendición de los fieles sobre su obispo. Y seguramente, si todos lo ayudamos con nuestras oraciones, entrará a formar parte de una serie de hombres santos que hemos tenido el privilegio de ver como vicarios de Cristo.

Algo que me llamó la atención de Francisco, fue que en su bendición Urbi et Orbi, comenzó con un sencillo ‘buenas tardes, fue un discurso que bien podría ser  un encuentro con un amigo y tal vez sea con ese amigo a quien el papa representa. También creo que es importante el énfasis que hizo en la oración: primero, para pedir por su antecesor. Podríamos decir que debemos pedir por nuestros padres, por nuestra familia. Después, ser humildes y reconocer que necesitamos de la oración de los demás y finalmente pedir por todo el mundo. Creo que con la oración que inició su pontificado unió no solo a los católicos sino a muchas personas que están por descubrir el gran amor que Dios nos tiene a todos y cada uno de nosotros.

Si me preguntan que de los papas que conocí a cual prefiero diré que todos son mis papas, que todos me han enseñado algo y que en todos he podido ver que es Jesús y no un Wojtyla, un Ratzinger o un Bergoglio quien nos tiende, no la mano, sino los brazos para que corramos a su encuentro.

               En este año de la fe y dados los eventos ocurridos debemos creer con firmeza en la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica. ¡Viva el papa! Y que Dios lo bendiga.

                                                                                                                                                                                             Pedro  David


Hermanos y hermanas, buenas tardes.
Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja.
(Padre nuestro. Ave María. Gloria al Padre).
Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí....
Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
(Bendición).
Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descanséis.

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